La verdad, es que tengo miles de cosas en la cabeza.
Estoy tratando de asentarme en la misma tierra que deje hace
mucho,
pero ya no me encuentro.
Es increíble la fuerza que tienen los pensamientos.
Sucede que hay personas que se deleitan reduciendo a otras y
no es novedad;
personas que se regocijan en la angustia de otros cuantos.
Malas personas, que pretenden que el mundo se tumbe a sus
pies, siempre a su favor. Y son aquellos los que están tan ciegos de amor
propio que no ven que el cosmos no se reduce a sus inquietudes y sus inconvenientes
triviales.
Estoy saturada, cansada, fastidiada de los comentarios
dolosos; estoy colmada de las malas energías y quisiera no sentir que el mundo
tiene algo contra mi.
Menos mal que mi vida no acaba en ellos.
Todo lo que tengo vale más.
La gente dice muchas cosas, miran de reojo. No tienen la
menor idea de lo que sucede y sin embargo hablan. Están solos, muy solos.
Temo de aquéllos que desean el bien, hay algo que no me
cierra...
Quisiera poder hacer caso omiso, pero hay que dejar que hablen,
mientras mas hablan sé que clase de personas son. Es gracioso ver quien tira
las piedritas y quien esconde la mano.
Todos dicen saber, todos desean saber. No tienen idea que ocurre y se cargan las estupideces más grandes que
mis oídos pueden tolerar.
Me pesa el corazón, estoy siempre al límite del llanto. Me
pesa esta impaciencia que siento, el cuerpo, las crudezas y las palabras no
dichas.
Menos mal que mi vida no se reduce a ellos.
Entonces sonrío.
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