04 marzo 2014

Conversación.

Soñé muchas veces con este momento. Hilvane en mi mente cientos de frases que sonaban bonitas, resultaban atrapantes e inquietantes, con las cuales podría fácilmente captar tu atención, y una vez te tuviera justo donde quería,  decirte todo lo que sentí durante este tiempo.
-¿Me preguntas que sentí? la verdad, no sabría por dónde empezar… nunca supe bien que sentir, que debía sentir; nunca supe qué hacer y cómo enfrentar la situación, qué era lo apropiado según los usos y costumbres. Me sentía ridícula a donde sea que iba porque en realidad, lo más correcto para mí era llorar.
Pude apreciar una paleta de sentimientos amplísima, desde los más oscuros a los más nobles: te odie, sentí bronca, impotencia, me odie, sentí lastima de mi misma. Y al final de los días, lo único que podía hacer era llorar, me acostaba en lágrimas hasta dormirme y despertaba con angustia al darme cuenta que no podía cambiar la situación.
Me secaste el alma. Me partiste el corazón y pude sentirlo casi en sentido literal.
Desde que nos separamos- como te decía- pase por todos los estados emocionales, desde la bronca y el instinto asesino, al caótico inconstante y novelero suicida. El primero en mi lista fue sin duda el plan perfectamente diseñado para devastar el universo, ir contra  todo lo que me transmitiera vida, felicidad. Quise explotar y tirar mierda para todos sin medir las consecuencias; estaba segura que no importaba nada más que obligar a todos a mi soledad. Que se jodan! Total, yo ya estaba bastante jodida.
Luego, la idea de llorar hasta evaporarme y morir de amor fue una idea bastante deliciosa pero entendí que por más que reventara contra todos y todo, nada te iba a traer de regreso a mí, no te ibas a enamorar de nuevo, o enamorarte finalmente, ni ibas a venir a buscarme y recoger mis miguitas. Ni mucho menos, que va! me iba a quedar más sola de lo que estaba.
Pero bueno, como te comenté, después de mis estados bipolares, de rebotar entre la falta de amor propio y el instinto criminal, empecé a ver a una psicóloga. En todas las sesiones lloré y hablé de vos, básicamente, de vos y de lo que sentía. Lloré y hablé de la cuestión hasta aburrirme. Analicé cada segundo de nuestra última conversación, si,  de aquella vez, ¿te acordás? Yo no pude decir nada más después de decirte que me hacías mierda, porque ciertamente pude sentir como me arrancabas el corazón.
Y entonces, cuando vos perdiste sentido en esos cuarenta minutos de sesión diaria, y me canse de prolongar la angustia, decidí hacer cosas por mí, quererme por sobre todas las cosas, empezar una práctica, un reencuentro conmigo para enfrentar mi presente y aceptar el pasado, que es sólo eso, pasado- aunque suene trillado-.
 Y los días pasaron más rápidos, y las sonrisas volvieron a mí.
Y si, te amé, mucho, y te amé bien, por eso te protegí y te voy a proteger aún cuando ya seamos sólo un recuerdo porque yo creo que el amor es eso, cuidarse y desear felicidad aunque yo no sea la razón de tus sonrisas.

Lo cierto es que hoy estamos otra vez cara a cara y no puedo pensar en nada más que en disfrutar del presente, abrazarte y dejar que el tiempo hable por nosotros.
Nuestra historia termino, vos lamentaste no haber tenido más tiempo para hablar.  A mí solo me salió decir: “yo creo que fue suficiente.”.

1 comentario:

DudaDesnuda dijo...

Hola nenaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!
Vengo de cerrar, nuevamente, mi blog y me encuentro con vos y no pude menos que sonreir y venir a verte.
Sip. Me pasó la vida, laconchadelalora.
Casi, casi me siento como contás pero no soy tan noble al recordar al patético y si no ríe conmigo, que se le caigan todos los dientes.

Besos y alegría